martes, 13 de marzo de 2007

CUANTO CUESTA PONER UNA RADIO REGGAE

“el reggae es belleza y no monotonía” (Los Cafres-La receta)

¿Cuanto cuesta poner una radio reggae? preguntó Pablo unas noches antes del 28 de diciembre, día de los Inocentes. Lo miré pensando se trataba de una broma pero estaba serio. Ni idea pero te aseguro que no es rentable, le contesté. A partir de allí comenzó un pequeño debate acerca de la posibilidad económica de instalar una radio dedicada a los ritmos jamaiquinos en Córdoba.

Tengo un problema con la moda del reggae escribió Adrián en su harto recomendable blog (http://www.tengounproblemacon.blogspot.com/) hace ya un tiempo.

A partir de ambos comentarios y de sus consecuencias surge este post donde pienso dejar expuesta mi postura al respecto. Por supuesto, se trata de una simple opinión, se aceptan discrepancias.

Pablo y Adrián hacen referencia a momento de moda del reggae y la vinculan al consumo de marihuana. Es la primera asociación que surge para todos: se extendió el hábito de fumar cannabis y es lógico que se amplíe el consumo de esta tipo de música. Para mi se trata de un factor de peso pero absolutamente circunstancial. Probablemente se alimenten mutuamente pero no alcanza para explicar el crecimiento exponencial de público de los últimos años. No pretendo hablar de Buenos Aires y sus convocatorias de público porque nunca fui a un show allí y las estimaciones que hacen los medios no resultan demasiado confiables.

Por supuesto cuando vienen los Wailers todo explota (aquí, en Buenos Aires y en Punta del Este…) porque fue la banda que acompañó a Marley. Y este muchacho es el símbolo de la cultura reggae y de todo lo que tenga que ver con Jamaica. No intento discutir al gran tío BOB (jamás tendría semejante osadía) pero convengamos que hay muchos otros artistas por detrás que no son (y probablemente nunca lo sean) reconocidos a ese nivel. Marley es la estampita, el símbolo y uno de los mayores difusores del reggae pero no el único así como el ska es mucho más que Skatalites o Madness.

Estos géneros viven hoy un momento de relativa popularidad en la Argentina, asociados a la marihuana y a cierta aceptación del rocker medio argentino que ubica a Marley como estampa, al igual que Luca o el Che. De por sí, esa ubicación no me parece adecuada pero poco puede hacerse al respecto. Creo también que el auge del reggae y su consecuente lugar dentro del rock argentino (como subgénero), en festivales o en disquerías mayoristas no se explica únicamente por la ampliación del consumo de marihuana.

La escena nacional se constituye como tal por los reggaes un tanto deformes de Sumo, algunas canciones de Abuelos de la Nada, más la popularidad de Pericos (su lado pop acerca canciones de género al gran público) y la persistencia de los Cafres durante más de quince años. Por el lado ska, los principales aportes los hicieron Fabulosos Cadillacs (hasta su disco Volumen 5 inclusive), Los Calzones con más de quince años de carrera (contando con empresas y sponsors que financian sus discos y giras) y los escasamente reconocidos Intocables.

Sin esa gente (y mucha otra que excluyo por razones de espacio), sería bastante difícil que existiera un lugar como Casa Babylon en la zona del Abasto, los ciclos “Humo de los Viernes” que se hicieron en el 9.90 Arte Club e incluso el mismísimo Oye Reggae que se llevó a cabo en las sierras cordobesas.

Allá por el primero de febrero, nuevamente Pablo insistió: a través de un mensaje de texto que indicaba “estoy en Pétalos y suena reggae toda la noche. Hay que poner esa radio ya!”. Pensando exclusivamente en Córdoba planteo una serie de ejemplos que marcan la inviabilidad económica de una radio exclusiva de géneros jamaiquinos. Se trata de shows de artistas extranjeros, de improbable visita a la Argentina hace un par de años atrás, y mucho menos a la provincia de Córdoba.

1) El show de Alpha Blondy (el tipo más difundido y popular después de Bob) se suspendió por falta de público. Y los organizadores habían reservado la Vieja Usina. Un despropósito, porque anteriores experiencias mostraron la ausencia de público suficiente.

2) Nueva Tribu, la productora de Cosquín Rock, que pertenece a Palazzo había hecho agua al realizar la fecha de la banda de Peter Tosh, donde gran parte de los presentes tenían entradas de favor para darle un marco respetable al show. La Usina no estaba cubierta en un 40%. Gran cantidad de bandas locales y músicos de otras que no tocaban en el festival recibieron sus invitaciones sin poner un mango.

3) Más acá en el tiempo el Bocaseca Reggae Fest se llevó a cabo en las instalaciones de Palm Beach con el número central de Michael Rose (ex vocalista de Black Uhuru, uno de los grandes del género, casi desconocido por aquí). De menor capacidad que la Usina, tampoco llegaba a la mitad de gente posible. Y eso que la publicidad hablaba de Black Uhuru y no de Michael Rose además de incluir en la grilla a Nonpalidece y bandas locales como para asegurar cierto interés en el público.

4) En el verano de 2006, en el marco del Oye Reggae, cerró la velada el señor Mike Dread ante la indiferencia de buena parte del público cuando ya mucho emprendíamos la vuelta a Córdoba. Claro que este caso es diferente porque eran cerca de las seis de la mañana cuando empezó a cantar y la fecha se había iniciado casi 12 horas antes. Aún así, no creo que existan muchas posibilidades de volver a ver su show y los que nos íbamos no protestábamos por esa situación.

En ese sentido, hablando de visitas de bandas internacionales, está muy claro que no hay público ni mercado suficiente en nuestra capital. Y son artistas de grueso calibre para medios especializados. Aquí son completos desconocidos para la mayoría. Si se menciona a Alpha Blondy y no lo conocen, no vale la pena intentar con el resto que tienen mucha menos difusión.

Ni hablar de bandas nacionales. Sólo un quinteto compuesto por Cafres, Nonpalidece, Resistencia Suburbana, Dancing Mood y Riddim cuenta con público aceptable. El caso de Mimí Maura es diferente porque si bien se dedica a ritmos de jamaica, le agrega una buena dosis de bolero y merengue que si tienen amplia repercusión. El resto la pelea desde donde puede con resultados distintos. Hay como un segundo pelotón de grupos y solistas con propuestas interesantes desde el punto de vista artístico pero el reconocimiento aún está lejos de acaparar el interés de la industria: Mensajeros, Dread Mar I, Sin Semilla, Chala Rasta y El Natty Combo más Satélite Kingston, Papas ni Pidamos y algunos grupos del interior como Butumbaba o Kameleba.

Más allá de los logros obtenidos en el último lustro, en términos de industria y de mercado (elementos indispensables para la difusión y la conformación de una escena seria y duradera) el reggae y ska, afrontan todavía un desarrollo embrionario. Por ello no existen radios ni medios gráficos dedicados en exclusividad a esos géneros. Poco a poco se van colando en festivales, en radios masivas (La de Dios por FM Rock and Pop es el ejemplo más nítido), en gran cantidad de páginas web pero para poner una radio todavía falta bastante tiempo. Si ni siquiera existe en Buenos Aires, resultaría absolutamente deficitaria en nuestra ciudad, independientemente de las plantaciones de cannabis y las cosechas obtenidas.

Vale decir entonces que a excepción del gran BOB y del gran momento de los Cafres el público masivo no conoce ni consume reggae y derivados con la familiaridad necesaria que justifique la radio reclamado por el amigo Pablo.

miércoles, 7 de marzo de 2007

COSQUÍN ROCK: BALANCE , MITOS Y NECESIDAD DE CAMBIOS

Está claro que el rock argentino vive años de bonanza en términos de popularidad y de mercado. En todas y cada una de las radios del país, suena con una frecuencia casi desmedida y hasta alcanzó a rotar en las siempre difíciles AM. En ese contexto, el festival veraniego de nuestras sierras ha llegado a su séptima edición, instalado totalmente en el imaginario popular (año a año lo contamos en la agenda del mes de febrero y estamos atentos a la grilla de artistas que participan).

Esa instalación definitiva obedece ciertas ventajas comparativas. Siempre suma ser el primero de su especie, el que da el puntapié inicial. Cuando nadie se lo imaginaba alguien se animó a probar suerte con una reunión de bandas y solistas populares en un lugar absolutamente impensado (la plaza Próspero Molina). Funcionó como un anticipo de la horda de festivales que se han establecido en nuestro país (incluso antes que los porteños Quilmes Rock y Pepsi Music).

Su ubicación espacio-temporal también resulta destacable. Se lleva cabo en febrero (pleno verano) en una ubicación serrana que ofrece un atractivo particular: sierras, río y cercanía a la ciudad de Córdoba. Si le agregamos rock, la suma da como resultado un cóctel absolutamente tentador.

Hasta aquí ninguna novedad. Sin embargo, teniendo en cuenta estas ventajas, se puede hacer un balance crítico señalando algunas falencias y aspectos a mejorar:

1) los ausentes: por supuesto que no pueden estar todos los artistas en cada edición y siempre es necesario renovar la grilla para no desgastar la fórmula. Pero parece excesiva la lista (sin tener en cuenta gustos y valoraciones personales) de quienes no estuvieron este año: Los Piojos, Bersuit, Divididos, Catupecu Machu, León Gieco, Spinetta, Skay Bellinson, Karamelo Santo, Nonpalidece, Turf, El Otro Yo, La Mississippi, Auténticos Decadentes, Los Pericos, Vicentico, La Vela Puerca, No Te Va Gustar, Miranda entre los que ya estuvieron con anterioridad. Y Calamaro, Cerati, Bahiano o el Indio y hasta La Renga entre quienes todavía no dijeron presente.

2) supuesto federalismo: se da por sentado que Cosquin Rock es el festival más federal de la Argentina. A excepción de los Caligaris y Cielo Razzo en la fecha del domingo y Karma Sudaca en el día de inicio, ninguna banda del interior hizo pie en el escenario principal. Surge el interrogante entonces: ¿ser más federal consiste en darle a los grupos más pequeños un lugar durante la tarde, cuando el sol raja la tierra y sólo los desprevenidos y los amigos acérrimos presencian su actuación? La participación en esos horarios parece tener más utilidad en el currículum de cada agrupación (porque otorga cierto prestigio) que la repercusión obtenida por el show brindado.

3) desgaste: el “encuentro nacional de bandas”, como se autodefinía en un spot publicitario, empieza a desgastarse porque (paradójicamente, pese a las ausencias) no ofrece demasiadas novedades con cada edición. Este año estuvo Callejeros por primera vez y allí se acaba lo nuevo. Las presencias de los brasileños Ratos de Porao y Natiruts y de Gondwana (Chile) en los escenarios temáticos no alcanzan para cubrir ese déficit. Y Andrew Tosh es un completo desconocido para quienes no sean cultores del reggae aunque haya tocado en el espacio principal. ¿Cuánto costará traer algo novedoso que no encarezca el valor de la entrada? Aquí algunas sugerencias: Café Tacuba, Paralamas, Manu Chao, Bunburi. Cuesta creer que la productora del evento no tome en cuenta que la presencia de algunos artistas extranjeros le darían aire y frescura al festival. Más allá del frustrado intento con los Wailers, podrían haber incluido a UB40 que andaba por estas tierras para esa fecha. O Megadeth, que tiene cierto afecto por la Argentina. No parecen nombres imposibles.